¿México 2010? II: Un país que no puede ser

Publicado: septiembre 16, 2010 en Uncategorized
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Así pues, hoy como ayer nos encontramos en medio de una guerra; una guerra que no es nuestra en ningún sentido, que nosotros no elegimos, para la que nunca se nos consultó. Una guerra que no es más que un acto del más puro autoritarismo de un Ejecutivo que falto de legitimidad buscó en las armas lo que no encontró en las urnas y cuyo accionar violento y torpe no ha logrado más que desbordar la furia de los cárteles de la droga hacia la sociedad entera, envolviéndola en su sangrienta pugna por territorio, poder, dinero y gloria.

Aprovechando el impulso y la proyección del discurso internacional de la Guerra Contra El Terror y de la Seguridad Nacional (puesto en boga por el desafortunado ex ocupante de la Sala Oval, George Walker Bush), Felipe Calderón (quien se dice Presidente de algún México, que, según afirma su publicidad va por la ruta correcta.) ha buscado legitimar su guerra hasta el punto de presentarla como necesaria e indispensable, como la única vía posible “Para vivir Mejor”. (Como sí la violencia pudiera generar algo más que violencia o destrucción)

En todo caso, ¿Vivir mejor? ¿Sentirse seguro o segura? ¡De qué se trata todo esto! ¿Es posible que alguien en San Luis Potosí, Nuevo León, Michoacán, Morelos, Tamaulipas, Querétaro, Sinaloa, Chihuahua, Guerrero, Zacatecas, Coahuila, Durango, o cualquiera de los otros muchos Estados afectados por esta guerra, podría decir que se siente más seguro o que vive mejor?.

A la vez que más de 50 millones de mexicanos se ven envueltos en el círculo vicioso de la pobreza, millones de dólares, tanto nacionales como extranjeros, son movilizados hacia la compra de armas de grueso calibre, municiones, equipos, construcción de cuarteles y centros de mando, establecimiento de redes de comunicación estratégica, entrenamiento de personal profesional, en general, todo lo necesario para que narcos, policías, soldados y marinos libren batallas en barrios, calles y carreteras.

El Gobierno del desEmpleo y las Armas utiliza así no solo el poder del Estado para imponer sus políticas sino que se vale también de aquel del terror. Por un lado el miedo contribuye a eliminar la participación ciudadana en los asuntos públicos del país y por el otro la represión y el olvido acallan las demandas de trabajadores, campesinos, indígenas y de otros marginados de este México 2010.

Mientras en San Juan Copala la gente también mata gente a balazos en su propia guerra, (esa que sí es tristemente suya), surgen blogs/agencias de noticias especializados en narcotráfico; nadie, tristemente casi nadie, se da cuenta del sufrimiento de una mujer triqui que recorre más de 20 kilómetros en una noche arriesgando su vida bajo el fuego de los paramllitares mientras acarrea todo lo que la fuerza de su cuerpo le permita a fin de poder mal alimentar a su familia; pero sí de los 3 muertos y 5 heridos de la última balacera en Sinaloa.

Sin la intención de minimizar o relativizar sufrimiento alguno, el objetivo de esta entrada es denunciarlos todos pues son crímenes que no pueden y no deben quedar impunes.

El sufrimiento de un ex trabajador de Luz y Fuerza del Centro, el de un minero reprimido en Cananea, el de una madre en Copala, el de un damnificado por las inundaciones en el sureste, el de los perseguidos, presos y desaparecidos políticos o aquel que cargan los millones y millones de mexicanos que sobreviven en la miseria o el de los desempleados y subempleados que se ven empujados al círculo vicioso de la pobreza (principal semillero de sicarios y soldados por igual) o de aquel que tiene que abandonar su tierra y su gente por los caminos del norte.

¿Cuántos más son necesarios?, ¿Cuánta más sangre se tiene que derramar antes de que digamos ¡No más!?.

Es necesario espabilar y reconocer que más allá de nuestras diferencias y similitudes, de que no sepamos hacia donde vamos, que queremos o quienes somos como sociedad hay dos cosas que no podemos dejar de lado; en primer lugar, que somos nosotros quienes habitamos esta realidad y en segundo que somos también nosotros los que la construimos; sí no sabemos que es lo queremos, tal vez podamos intentar conocer y apostar por aquello que NO podemos querer.

(Pienso que:)

No quiero un México donde la sangre corre a caudales, no quiero guerra y no quiero violencia. Sin embargo este mal gobierno se prepara para más enfrentamientos y obtiene de nuestros impuestos el dinero que necesita para sostener este conflicto que evidentemente se le escapa de las manos; del otro lado de la moneda son nuestros bolsillos los que pagan las armas.

No quiero un México donde reina la injusticia ni la pobreza, donde los más desfavorecidos se ven obligados a matar para sobrevivir o migrar; donde la noche -y el día- son sinónimos de riesgo por la inseguridad creciente; no quiero un México donde no se puede estar en PAZ.

No quiero un México donde la palabra y el cuerpo de los pueblos son sistemáticamente ignorados y lastimados, donde protestar es un delito y exigir un cambio justo y necesario es castigado con la cárcel; no quiero un México sin LIBERTAD.

No quiero un México donde mi dinero pague los insultantes sueldos de legisladores, ministros y toda esa costosa, incompetente, insultante y vergonzosa clase política que tenemos. Nuestros representantes deberían ser ejemplos de buena conducta y valor, no ladrones, corruptos y asesinos.

No quiero un México donde la participación política, económica, social y cultural se restrinja a unos cuantos, donde se ignore la voluntad de los pueblos, donde el que que manda no obedece a nada más que a su interés; no quiero un México autoritario.

Hoy 15 de septiembre, a doscientos años del inicio de aquella gesta libertaria, no dejemos que a pesar del dolor y el sufrimiento nos arrebaten nuestra celebración, más bien al contrario, utilicémosla para trascender la reflexión e impulsar un cambio profundo en las estructuras de poder que nos dominan.

Si denunciamos la guerra y escogemos la paz y el diálogo, reivindiquemos nuestro derecho a ejercer una verdadera democracia a través de la cual seamos capaces de desmantelar el sistema corrupto y comenzar una auténtica discusión sobre el rumbo que habremos de tomar.

Tenemos que exigir una auténtica participación y capacidad de incidencia en las políticas del Estado; todos tenemos que ver más allá de nuestras narices y comprender que sí seguimos por esta ruta, donde el bienestar de unos cuantos está determinado por el sufrimiento de millones, pronto, realmente muy pronto, nos veremos envueltos en un infierno peor del que vivimos. Tanto como los poderosos deben de renunciar a sus privilegios basados en el sufrimiento del otro, los excluidos deben de reclamar su derecho a participar.

En este México 2010 tenemos que comenzar una nueva transformación sí no queremos que todo, absolutamente todo, se venga abajo y para ello el primer paso es acabar con esta guerra sin sentido y sacar del poder a sus partidarios.

Esta noche, con rabia y con valor gritemos juntos y a viva voz, ¡Que Viva Otro México! y ¡Qué muera el mal gobierno!

Feliz 15 de septiembre.

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