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Desde hace algunos días no había puesto mucha atención en leer el diario, razón por la que sólo me encontraba superficialmente informado de las últimas noticias. Es por ello que hoy, decidido a actualizarme, reviso los titulares y artículos de los días pasados; mientras leo una a una las noticias en mi computadora una sola idea comienza a instalarse en mi mente hasta cubrir todos mis pensamientos; TERROR. (Sí de alguna manera es cierto que existen fuerzas malignas en este mundo, no tengo duda que andan muy activas últimamente.) Por un momento interrumpo el trabajo que ha absorbido toda mi atención en los últimos meses y escribo; pues no puedo no hacerlo.

Las advertencias del Comandante Fidel sobre el peligro nuclear que tal como él mismo, revive; resurgiendo con fuerza y vitalidad desde un pasado donde los hombres aprendieron la manera correcta de destruir el mundo y estuvieron al borde de hacerlo.

La ominosa masacre de 72 migrantes centro y sudamericanos en el Estado de Tamaulipas a manos de sicarios del cártel narcotraficante de Los Zetas, representa un terrible y doloroso botón de entre los millares de balaceados, asesinados, decapitados, colgados de puentes, destazados (y  víctimas de otras excentricidades); protagonistas todos de escenas de horror que se suceden todos los días a lo largo  y ancho de nuestro país.

El poder destructivo de la naturaleza, que, despertado por las actividades industriales necesarias para sostener la ilusión de la vida moderna para unos cuantos, sumado a la vergonzosa y tradicional corrupción e incapacidad de los gobiernos Federal y locales en México para prevenir, o al menos responder al desastre; hace que más de 360 mil personas se vean afectados en los ya de por sí marginados Estados de Tabasco, Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Chiapas.

Trescientas sesenta mil lágrimas, trescientos sesenta mil sufrimientos, trescientos sesenta mil horrores en este país donde a nadie le sorprende ya nada, y trescientos sesenta mil afectados no son tantos finalmente en este México de ciento quince y pico millones de desesperanzas. (¿Cómo celebrarán el bicentenario del Grito de Dolores trescientos sesenta mil damnificados? -y contando-, pienso)

Al tiempo que, por un lado uno de los más emblemáticos especímenes de la corrupción ideológica a la que ha podido llegar la curia católica, Onésimo Cepeda –Don Millonésimo- declara que el Estado laico es una jalada (chaqueta, paja, masturbación), por el otro, un espécimen igualmente singular del gorilismo político, el Secretario del Trabajo y Previsión Social (sic) Javier Lozano afirma cínicamente que en México hay paz laboral y cero huelgas. ¡La razón de la sinrazón!

Todo este desorden me trae de vuelta al título de esta entrada, ¿México 2010?. De que se trata todo eso, que tiene de especial este año, ¿Por qué se habla tanto de él?.

Lógico sería pensar que es por el 200° aniversario del arranque oficial de la Guerra de Independencia por el cura Hidalgo en Dolores como dicen los libros de historia y el bombardeo publicitario (gubernamental y privado); sumado al 100° aniversario del inicio pactado de irse a la bola y hacer la Revolución Mexicana, porque en ese México  no había más salida que la violencia. (¿y en éste?, me pregunto)

Pero no. No creo que es por eso, al menos no sólo por eso. Muy en el fondo es algo que todos sabemos, sentimos, y vemos, algo que por igual sufrimos y lloramos:

Nuestro país simplemente se desmorona en pedazos: la violencia recorre nuestras calles, las ráfagas de muerte caen igual sobre los sicarios y jefes del narcotráfico, militares, marinos y policías de todos los niveles, que sobre padres, hijos, estudiantes y las cientos de víctimas desconocidas de una guerra que nos ha envuelto lenta y fríamente hasta cubrirnos por completo.

-A la pobreza ya estábamos acostumbrados- me dicen mientras recorremos las recolonializadas calles del centro de Cuernavaca -pero ésto es otra cosa, ¡Qué es eso de que anden matando, colgando y cortando en pedazos a la gente!-.

Sin embargo yo pienso que ahí está precisamente el punto. La pobreza es pues la principal causas de la violencia (y mucho más la sistemática pobreza de nuestros países), el narcotráfico alimenta sus filas de entre los millones de seres que no podrían sobrevivir sino es matando. Hordas de mercenarios hambrientos y armados. Con parejas, con hijos, con sueños e ilusiones, con risas y sufrimientos; que por mucho que su accionar nos horrorice y desconcierte, son y serán al final personas como nosotros. (¿Cómo celebrarán los sicarios el bicentenario?, pienso)

No busquemos en sus sociopatías las razones de todo esto. Al final ellos son los más afectados, los que se matan entre sí en una lucha encarnizada por las fortunas de unos cuantos Señores de la Guerra y de la Droga (narcotraficantes y gobernantes corruptos y espurios por igual). Pensemos más bien en ellos y en como hemos podido permitir nosotros que ellos tengan hoy, en este México 2010, tanto poder para dañarnos y lograr que en nuestro país un sólo ser humano (aunque sean miles) pueda transformarse en un ser capaz de asesinar, decapitar y destazar a sus oponentes en esta guerra absurda que les es tan ajena como a nosotros, aunque ellos sean  desafortunados protagonistas y nosotros no. -O aún no-. (¿Quién dice que a uno no le tocará un balazo y acabara en la portada del Extra de Morelos o cualquier otro periódico amarillista?)

En todo caso cabe señalar que este año los mexicanos* Sabíamos que este era nuestro año, que esos grandes hitos que forman nuestra identidad nacional serían fuertemente recordados, que debería ser también una oportunidad para la reflexión y el debate para de alguna forma empezar de nuevo, celebrando como nos gusta, que las cosas tenían que ir bien o por lo menos mejorando, porque los doscientos años de independencia y los cien de revolución tendrían que haber servido de algo.

Y sin embargo todos podemos apreciar hoy que las cosas no están bien, que no están mejorando y que aparentemente no lo harán por un buen rato. Ante ello, el desazón, la vergüenza y la tristeza se apoderan de algunos; rabia, histeria y deseos de venganza de otros; desidia y frustración de bastantes; lagrimas, impotencia y gritos de justicia de millones. ¿Qué tenemos que celebrar en el México del Veinte Diez? A 11 días de La Magna Celebración tan publicitada.  ¿Tenemos que celebrar que ahora como entonces estamos en medio de una Guerra?, una guerra que lleva ya 28 mil muertos y contando? ¿Una guerra que ya empezó otra vez?

Es por eso que se habla tanto de este año y  es por lo que pronto, todas las calles de este país se cubrirán de Verde, Blanco y Rojo, los medios de comunicación al servicio de ellos mismos (como parte del sistema que genera nuestra desgracia), aumentarán su bombardeo patriotero, llamadas de Unidad Nacional en torno a ésta, Nuestra Magna Celebración, nuestro año, nuestro país. Tratando todos por todos lados de maquillar el rostro de un México rajado a balazos, de un México que no se quiere despertar, pero que cuando lo haga no dejará nada en pie.

Entre la guerra, la inestabilidad social, los desastres naturales y la celebración, los mexicanos nos desgarramos emocionalmente y sin embargo no podemos dejar pasar más el tiempo, tenemos que tomar el reto y reflexionar, para después pasar a la acción generadora del cambio; tengamos pues el valor de ver a nuestra realidad de frente y contemplarla fríamente, vis-à-vis, para conocer sus horrores y sus injusticias, para aprehenderla y hacerla de nuevo nuestra.

Recordemos que somos nosotros quienes la vivimos y la moldeamos día con día con nuestras acción o no-acción, y que somos nosotros lo que podemos elegir entre el desazón o la esperanza, quienes podemos decir YA BASTA y empezar de nuevo a construir ese otro mundo que se nos escapa de las manos con cada balazo, ya sea en Ciudad Juárez o en Afganistán, con cada día que Estados Unidos de América (o cualquier otro) pueda destruirnos a todos. Nosotros y nadie más somos los responsables de nuestro futuro; ¡CONSTRUYÁMOSLO!

Quitémonos la parálisis del terror y pasemos a la acción, para acabar con el poder que ellos y su Guerra tienen de dañarnos y que éste; nuestro México, y todos los mundos que hay en él, sean verdaderamente nuestros y de todos, no de unos cuantos.

*(Generalizando así a los habitantes del territorio hoy conocido como México. Aunque hay mexicanos de muchos tipos, tamaños, formas, culturas, comidas y lenguas  y sobre todo con muchos mundos en la cabeza.)

Calderón Ejército

¿Más real?

Mexicano Patriotero

Mexicanos en plenitud.



Sierra Gorda de Querétaro

Sierra Gorda de Querétaro

Atardecer Sierra Gorda de Querétaro

Atardecer Sierra Gorda de Querétaro

Desde hace algunos días no había puesto mucha atención en leer el diario razón por la que me encontraba muy superficialmente informado de las últimas noticias. Es por ello que hoy, decidido a actualizarme, reviso los titulares y artículos de los días pasados, mientras leo una a una las noticias en mi computadora una sola idea comienza a atravesar mi mente: Terror.

Sí de alguna manera es cierto que existen fuerzas malignas en este mundo, no tengo duda que andan muy activas últimamente. Por un momento interrumpo el trabajo que ha absorbido toda mi atención en los últimos meses y escribo pues no puedo no hacerlo.

Las advertencias del Comandante Fidel sobre el peligro nuclear que tal como él mismo, revive; resurge con fuerza y vitalidad desde un pasado donde los hombres aprendieron la manera correcta de destruir el mundo y estuvieron al borde de hacerlo.

La ominosa masacre de 72 migrantes centro y sudamericanos en el Estado de Tamaulipas por sicarios del cártel narcotraficante de Los Zetas representa por sí sola un terrible y doloroso botón de entre los miles de asesinatos que acontecen todos los días a lo largo de nuestro país.

El poder destructivo de la naturaleza, que, despertado por las actividades industriales necesarias para sostener la ilusión de la vida moderna sumado a la vergonzosa y tradicional corrupción e incapacidad de los gobiernos Federal y locales para prevenir, o al menos responder al desastre hace que más de 360 mil personas se vean afectados en los ya de por sí marginados Estados de Tabasco, Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Chiapas.

Trescientas sesenta mil lágrimas, trescientos sesenta mil sufrimientos, trescientos sesenta mil horrores en este país donde a nadie le sorprende ya nada, y trescientos sesenta mil afectados no son tantos finalmente en este México de ciento quince y pico millones de desesperanzas.

Mientras por un lado uno de los más emblemáticos especímenes de la corrupción ideológica a la que ha llegado la curia católica, Onésimo Cepeda –Don Millonésimo- declara que el Estado laico es una jalada (chaqueta, paja, masturbación), por el otro, un espécimen igualmente singular del gorilismo político, el Secretario del Trabajo y Previsión Social (sic) Javier Lozano afirma que en México hay paz laboral y cero huelgas.

Todo este desorden me trae de vuelta al título de esta publicación, ¿México 2010?, de que se trata todo eso, que tiene de especial este año, ¿Por qué se habla tanto de él?.

Es lógico pensar que es por el 200° aniversario del arranque oficial de la Guerra de Independencia por el cura Hidalgo como dicen los libros de historia y el bombardeo publicitario, sumando al 100° aniversario de empezar la Revolución, porque en ese México (¿y en éste?, me pregunto) no había más salida que la violencia.

Pero no, no creo que es por eso, al menos no sólo por eso, muy en el fondo es algo que tod@s sabemos, sentimos, y vemos, aunque por igual lo suframos y lo lloremos:

Nuestro país se desmorona en pedazos, la violencia recorre nuestras calles, las ráfagas de muerte caen igual sobre los sicarios y jefes del narcotráfico, militares, marinos y policías de todos los niveles que sobre padres, hijos, estudiantes y las cientos de victimas desconocidas de una guerra que nos ha envuelto lenta y fríamente hasta cubrirnos por completo.

-A la pobreza ya estábamos acostumbrados- me dicen mientras recorremos las recolonializadas calles del centro de Cuernavaca -pero ésto es otra cosa, ¡Qué es eso de que anden matando a tanta gente!-.

La pobreza sin embargo es una de las principales causas de la violencia, el narcotráfico alimenta sus filas de entre los millones de seres que no podrían sobrevivir sino es matando. Hordas de mercenarios hambrientos con parejas, con hijos, con sueños e ilusiones, que por mucho que su accionar nos horrorice y desconcierte, son al final personas como nosotros a fin de cuentas.

No busquemos en sus sociopatías las razones de nuestra desdicha, pensemos más bien en como hemos podido permitir que en nuestro país un sólo ser humano (aunque sean miles) pueda transformarse en alguien capaz de asesinar, decapitar y destazar a sus oponentes.

Sabíamos que este era nuestro año, que esos grandes hitos que forman nuestra identidad nacional serían fuertemente recordados, que debería ser también una oportunidad para la reflexión y el debate para de alguna forma empezar de nuevo, que las cosas tenían que ir bien porque los doscientos años de independencia y los cien de revolución tendrían que haber servido de algo.

Sin embargo las cosas no están bien y aparentemente no lo estarán por un buen rato; el desazón, la vergüenza y la tristeza se apoderan de nosotros; a 11 días de la gran celebración tan publicitada, no sabemos bien a bien que celebrar.

Es por eso que se habla tanto de este año y por lo que pronto todas las calles se cubrirán de Verde, Blanco y Rojo y los medios de comunicación al servicio de ellos mismos como parte del sistema que genera nuestra ruina, aumentarán su bombardeo patriotero tratando de maquillar el rostro de un México herido a balazos.

Entre la guerra, la inestabilidad social, los desastres naturales y la celebración, los mexicanos nos desgarramos emocionalmente, sin embargo no podemos dejar pasar más el tiempo, tomemos el reto y en verdad reflexionemos, tengamos el valor de ver a nuestra realidad de frente y contemplarla fríamente, vis-à-vis, para conocer sus horrores y sus injusticias, para aprehenderla y hacerla de nuevo nuestra.

Recordemos que somos nosotros quienes la vivimos y la construimos día con día, y que somos nosotros lo que podemos elegir entre el desazón o la esperanza, quienes podemos decir YA BASTA y empezar de nuevo. Nosotros y nadie más somos los responsables de nuestro futuro; ¡CONSTRUYÁMOSLO!